Hace aproximadamente una semana recibimos una llamada desesperada de
socorro que anunciaba la trágica situación de un burro de edad avanzada que se
encontraba abandonado en medio de Gijón, en un descampado hallado entre una
autopista y pleno casco urbano.
Según nos contaron, fue abandonado en medio de la autopista, por donde
vagó buscando cobijo y alimento, hasta que acabó atado junto a un contenedor de
basura, cerca del descampado.
Seguidamente, fue cambiado por una radio, y luego por otra, hasta
quedar abandonado en aquel descampado a merced de la voluntad de ciertas
personas que hicieron de él objeto de burla y diversión. Cuando el burro no
podía, por falta de energía y fuerzas debidas a la desnutrición, hacer lo que
estas personas querían que hiciera, era apaleado.
Estos vecinos, que decidieron hacerse cargo del animal alimentándolo e
hidratándolo como bien podían, al ver la poca preocupación que nadie tenía por él
y su mal estado de salud, intentaron desesperadamente pedir socorro para que pudiera
tener una vida digna hasta que, un día, dieron con nosotros.
Cuando fuimos a recogerlo, la impresión que nos dio fue de ser un
burro acostumbrado a la presencia humana, pero desconfiado debido a los malos
tratos, ya que al acercar la mano a su hocico para acariciarlo, lo apartó
inmediatamente, en señal de miedo.
Hoy, Marcello vive en uno de nuestros establos junto a nueve burros
más con los que convive en armonía.
Se ha adaptado a su nueva vida y ahora al menos pasa la última etapa
de su vejez viviendo feliz y dignamente, tras una vida de desprecio y duro
trabajo.
Con cariño y paciencia, poco a poco, conseguimos
que no tenga miedo ni desconfianza hacia nosotros, algo difícil en un animal
cuya vida ya ha sido marcada por el ser humano.
Wendy
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