martes, 27 de septiembre de 2011

MI EXPERIENCIA EN EL PARAÍSO DEL BURRO


La principal razón para interesarme en ser voluntaria en El Paraíso del Burro fue por conocer un poco más el carácter de estos animales, tan inteligentes y fieles y a la vez tan maltratados y denigrados por el ser humano.



Encontré en internet experiencias de personas que habían venido alguna vez como voluntarias, quienes decían que aquel lugar era realmente un paraíso en el cual animales humanos y no humanos podrían tener un descanso a la par que conocerse y disfrutar de la compañía mutua.  Escribí a Marleen un correo electrónico comunicándole mi interés en ser voluntaria en aquel maravilloso lugar, y hoy estoy aquí, más bien estamos aquí, dado que Kiara, mi compañera perruna, encantadas de haber podido conocer un poco más el carácter de los burros, a Marleen, una otros voluntarios que, como yo, llegan aquí y se sienten en el seno de una pequeña y acogedora familia aunque no estén por un largo periodo de tiempo; y el entorno que nos rodea, un paisaje precioso en pleno contacto con la naturaleza.



El funcionamiento aquí es bastante sencillo; nos levantamos antes de las ocho de la mañana, ya que a las 8 los burros desayunan.  Una vez han desayunado y acabado con su alfalfa, se abren las puertas para que puedan dirigirse a donde les plazca.



Las comidas son vegetarianas, veganas en mi caso,  y nos encargamos cada día una persona, quien quiera hacerla.  Aquí he conocido el porridge, avena, agua, frutas aderezado con jengibre y canela, en el cual se añade muesli y frutos secos varios. Un desayuno completo y equilibrado, acompañado por café o té para despertarnos si aún no lo habíamos hecho, y, de postre, si se desea, yogur.



Después del desayuno procedemos a limpiar los establos y a limpiar los restos de paja del día anterior y a poner paja fresca, al igual que el agua.



La hora del té o café es a las 11 de la mañana, después de limpiar los establos. Nos reunimos todos y charlamos un rato.



Los lunes y los miércoles, después de la limpieza de los establos, voluntarias se encargan de cepillar a los burros, tarea en la cual ayudamos.



El resto de días colaboramos bien vallando lugares en los que los burros podrían encontrar cierto peligro, o bien en el huerto, uno de mis lugares preferidos.



A las seis de la tarde procedemos a devolver a los burros a los establos para darles la segunda y última comida del día.  Alrededor de todo el terreno, vamos a buscarlos andando y, cuando los encontramos suelen saber que ya es hora de comer. Muchos vuelven solos al establo y esperan ansiosos la comida y la alfalfa. Si tardas mucho en darles de comer, te reprenden con su inconfundible grito de “ooo iiiioooo iiii oooo” hasta que tú, avergonzado, te disculpas y se la sirves.  Después de recoger el último bol de comida, se pone paja fresca.



A las 8 aproximadamente se cena, algo ligerito para poder dormir bien.  Después de la cena, puedes tomar café o té mientras mantienes una charla animada antes de irte a dormir.



No hay palabras para describir la sensación que produce contemplar el cielo por las noches frescas, con la única iluminación de la luna y las estrellas.



Wendy

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